¡Adiós chupete!
Desde el día en que nació, mi hijo tenía la necesidad imperiosa de succionar y por lo tanto veíamos cómo se llevaba a la boca cualquier objeto. Su favorito era el dedo, que se chupaba a todas horas, lo que nos asustaba un poco por si le provocaba algún problema en la formación de sus dientes. Por eso decidimos comprarle un chupete, un simpático objeto que parecía inofensivo… hasta que llegó el momento en el que lo tuvo que dejar.
No sabíamos cómo lo haríamos, ya que el niño utilizaba el chupete siempre para dormir o para calmarse. Si tenía dolor en las muelas, mordía otros objetos, que nunca eran pequeños y estaban acondicionados para ello.
Llegado el momento de quitárselo, intentamos hacerlo de golpe en lugar de racionalizarle el uso, porque pensamos que cuanto más rápido mejor y que ni se daría cuenta. Pero cometimos un error, ya que el niño sí se dio cuenta, y no paró de llorar y chillar hasta que lo tuvo de vuelta. Fue en este momento en el que nos planteamos que haber intentado quitárselo de forma rápida y brusca no era la mejor opción, y debíamos probar todo lo contrario, quitárselo de forma progresiva y suave.
Era verano y le empezamos a decir que debía abandonar el chupete, que llegaría el día en el que debería decirle adiós, porque los niños mayores ya no llevan chupete. Cuando íbamos a pasear le enseñábamos niños que veíamos que eran mayores y no traían consigo el chupete, para que así nuestro hijo viera que lo que le contábamos era verdad.
Además aprovechamos que algunos hijos de nuestros amigos habían dejado ya el chupete al ser mayores y decidimos que hablasen con nuestro hijo para que viera que es algo normal y que el chupete no es para toda la vida, sino que tenía un inicio y un fin, y este en el caso de nuestro hijo, estaba cerca. Nuestro objetivo era que se despidiera de él en navidades. Queríamos que lo entregase a los Reyes Magos así que nos inventamos que aparte de repartir juguetes entre los niños, recogían chupetes para llevárselos a aquellos niños que no tenían. Le hicimos entender que de la misma forma que él había disfrutado de ello, alguien más lo haría gracias a su gesto de bondad.
Para asegurarnos que realmente el niño lo dejara y no fuera a desistir en el último momento, decidimos que el chupete tuviese mal gusto. Fuimos a la farmacia y pedimos un producto específico y seguro para el niño, que aportara mal sabor y que le quitara las ganas de metérselo en la boca. No obstante, esta técnica no se puede usar sin la ayuda de un experto como son los farmacéuticos o un pediatras.
Nuestro hijo se sorprendió al ver cómo algo que tanto le gustaba de golpe tenía tan mal sabor. Estaba desconcertado, no entendía aquel cambio y le dijimos que esto quería decir que ya había llegado la hora de dejarlo y entregarlo a los reyes magos en beneficio de otro niño. A nosotros sí que nos sorprendió que lo entregara sin ningún problema, ya que no le gustaba el sabor que había adquirido, no obstante estuvo dos noches llorando porque lo echaba de menos.
El chupete calma la ansiedad y la tensión del bebé. Como substituto los Reyes Magos le trajeron un peluche de felpa que podía acariciar durante las noches o agarrar y tocar cuando estaba nervioso o tenía ansiedad.
Fue una buena técnica y decisión, ya que fue la forma menos traumática y dolorosa de quitarle algo que tanto le gustaba.