Aprender a lavarse los dientes desde el ejemplo
Intentar que los niños hagan algo porque se lo decimos nosotros sin que nos vean a nosotros dar ejemplo es muy muy complicado. Y eso pasa con todo, necesitan ver que sus padres comen de todo, que recogen las cosas que han estado utilizando, que saben decir las cosas sin gritar… y por supuesto que se lavan los dientes.
Las recomendaciones dicen que hay que empezar a limpiar los dientes de los bebés desde el momento que salen, al principio con una gasita con un poco de agua y más adelante ya con un cepillo pequeño adaptado a cada edad. Nosotros así lo hicimos pero es cierto que al principio no era fácil. Que se dejaran meter el dedo en la boca para limpiarle los dientecillos era algo que a ninguna de las dos les hacía la más mínima gracia, pero lo intentábamos con más o menos suerte dependiendo del día…
Cuando la mayor empezó a andar iba persiguiéndome por toda la casa, daba igual lo que yo estuviera haciendo que ella estaba allí mirándome o “colaborando”. Así que recuerdo perfectamente como una noche que yo estaba lavándome los dientes ella me miraba fijamente y con mucha curiosidad, me hizo saber que ella también quería hacer eso. Fue entonces cuando aprovechando las circunstancias volví a sacar un cepillo de dientes infantil que tenía guardado y se lo di, y por supuesto ella empezó a imitarme.
Pasaron meses hasta que me decidí a echarle un poco de pasta porque me daba miedo que se la tragara, luego ya me dijo el pediatra que echándole poca no tenía importancia ya que la cantidad es tan pequeña que no pasa absolutamente nada porque se la trague, pero ya sabéis, los miedos de las madres a veces son inescrutables…
La verdad es que hasta hace bien poco no ha aprendido a cepillarse los dientes correctamente pero lo que a mí me importaba, que era que cogiera el hábito, ya estaba hecho. Porque anda que no había intentado veces cepillárselos y hasta que me vio aquel día no conseguimos que lo hiciera…
Ahora estamos con la pequeña… ésta ya no me imita a mí sino a su hermana. Todas las noches antes de acostarse, cuando la mayor va a cepillárselos, ella le persigue y aparece con su cepillito en la boca. Lo que hace es mordisquearlo, algunos días me deja que se los cepille y otros no hay manera, para ella es un juego más, lo mismo que intenta copiar a su hermana haciendo el pino lo hace con el cepillo de dientes. Y a mí me gusta, para qué vamos a negarlo… He visto y comprobado que si lo hiciéramos como una obligación no habría forma, mientras que así ella va cogiendo también la costumbre.
Es más, el hábito es tal que a veces (esos días que estás tan agotada que sólo ves el momento de que se duerman) se me olvida recordarles que se los cepillen y antes de ir a dormir la mayor me dice “mamá, que me tengo que lavar los dientes”. Y ya no hace falta ni que la acompañe ni nada, ella solita se echa la pasta y se los lava. Y a mí, se me cae la baba comprobando una vez más que se van haciendo mayores y autónomas.
¡Me gusta tanto ver a las dos mano a mano delante del espejo!