Cepillarse los dientes: del amor al odio hay un paso
Algunos niños se niegan en redondo a cepillarse los dientes, mientras que otros se los cepillarían todo el día porque les encanta el sabor de la pasta de dientes.
¿Cómo podemos enfrentarnos a estos extremos?
Si a tu hijo no le gusta lavarse los dientes, puedes intentar motivarle comprando un cepillo de colores y animado con sus personajes favoritos. La regularidad es muy importante a la hora de formar un hábito, así que acostúmbrale a cepillarse después de cada comida y más o menos a las mismas horas cada día. Una técnica sencilla ayudará a que el cepillado le resulte más cómodo. Enséñale acepillarse con movimientos circulares amplios primero en la parte de fuera de los dientes, la que se ve al sonreír, luego por dentro y finalmente en las muelas. ¡Que no se olvide de las encías y la lengua!
Una de las mejores formas de aprender es por imitación, así que intenta cepillarte los dientes con él todos los días. Puedes decirle que copie todo lo que haces:ponerse delante del espejo, abrir bien la boca, meter el cepillo y… ¡acepillarse! Si tiene un hermano mayor, puedes pedirle que te ayude.
Otra buena idea para cogerle el gusto al cepillo es ponerle música. Escoge una de sus canciones favoritas (que dure entre 3 y 4 minutos) y dile que se cepille los dientes sin parar hasta que se termine. Si quieres, puedes cambiarle la letra a tu gusto para recordarle los pasos del cepillado.
Sien cambio a tu peque le gusta lavarse los dientes a todas horas, puedes probara contarle una historia o cuento que justifique que el cepillo también tiene que descansar. Aprovecha su motivación para enseñarle otras técnicas como el hilo dental: puedes empezar tan pronto como tenga dos dientes que contacten entre sí.
Para los amantes de la pasta, conviene recordar que hasta los dos años solo necesitamos manchar el cepillo. A partir de esa edad el tamaño de un guisante será suficiente, mientras que para mayores de 6 años deberás cubrir aproximadamente un tercio de los filamentos del cepillo.