Cuando cepillarse los dientes se convierte en un juego
Conseguir que tu hijo se lave los dientes parece tarea imposible. No se sabe por qué, pero a los niños les suele costar horrores irse a lavarlos, sobre todo por la noche. Yo ya no sabía qué hacer, cada noche era una disputa después de la cena y al final iban a regañadientes, hasta que al final pensé… ¡Vamos a jugar!
Me fijé en que mis hijos eran muy activos y les encantaban los juegos, por lo tanto podía convertir la rutina de lavarse los dientes en una actividad divertida que les llamara la atención. No hace falta que esperéis, como yo, a la mínima que le salgan los dientes; ya se puede empezar antes a jugar para poder estimular su curiosidad y se vaya habituando a esta rutina convertida en un juego.
Una noche, después de cenar, llamé a mi hijo y a mi hija y me los llevé al cuarto de baño para que se situaran frente al espejo. Les dije: “Pequeños, hoy os voy a enseñar un juego que podéis jugar cada mañana, cada noche y después de cada comida”. La cara con la que se me quedaron mirando no tenía precio, me divirtieron mucho sus pequeñas caras de asombro con los ojos bien abiertos, que a la vez mostraban mucho interés por saber cuál era el nuevo juego.
Así que ahora que había captado su atención me puse manos a la obra. Les dije, ahora vais a imitar lo que yo haga, a ver cuál de vosotros consigue hacerlo mejor. Agarré el cepillo de dientes, le puse la pasta dental y empecé a exagerar mis gestos y a hacer muecas muy divertidas. Exagerando mis gestos les mostraba cómo hacer bien el movimiento llegando a todos los rincones de los dientes. Mientras hacía esto ya veía como mis hijos se iban riendo y no tardaron en agarrar ellos también un cepillo de colores llamativos, ponerle la pasta de su sabor preferido, que en este caso era el de fresa, y ponerse a hacer muecas. Nos situamos los tres delante del espejo para así poder ver las muecas que hacía el otro mientras íbamos cepillando los dientes y riéndonos de las caras que íbamos poniendo.
Una vez terminamos de cepillar los dientes, debíamos escupir la pasta, así que me enjuagué la boca con agua, continúe haciendo muecas mientras hacía llegar el agua a cada rincón de mi boca y finalmente escupí exageradamente. Como era de esperar, mis hijos no tardaron en hacer lo mismo y conseguí que se limpiaran muy bien los dientes y la boca a la vez que se divertían.
Cuando terminamos les dije que jugaríamos juntos cada noche, pero que por la mañana y después de cada comida podían animar a alguien a jugar con ellos. De esta forma se consigue que otros niños apliquen el juego y cepillarse los dientes no sea una rutina aburrida.
Creo que con el tiempo este juego se convertirá en un buen hábito para toda su vida, ya que llegará el día en que dejen de jugar y lo hagan ya como algo mecánico. Además espero también que sea un hábito para toda su vida y quién sabe, a lo mejor sus hijos también empezarán algún día a jugar a este juego…
Os animo a que lo probéis con vuestros hijos, porque además es una buena forma de acercaros más a ellos y pasar buenos momentos juntos. Se puede convertir en una tradición y veréis como vuestros hijos querrán que llegue el momento de irse a lavar los dientes para jugar y pasar un buen rato con vosotros.