Lecciones que nos dan los niños
Ser madre es una de las experiencias más alucinantes que yo he vivido como mujer. Cuando no tienes hijos fantaseas con cómo será tener un bebé ¿se parecerá a mí? ¿tendrá mis ojos? ¿será niño o niña?. Cuando estás embarazada empiezas a preguntarte ¿Sabré cambiar pañales? ¿Se me resbalará cuando lo bañe? ¿Me va a dejar dormir? ¿Le compro este carrito o ese otro?
Pero la realidad dejará todas esas cosas a un lado. Los primeros días bastante tendrás con sobrevivir al sueño, al cansancio, al no saber. Te acostumbrarás a su olor, a lo sorprendente que es que hayáis podido hacer una cosa pequeña tan perfecta. Todo en miniatura. Con sus dedos, sus brazos, su nariz diminuta. Y tan suave. Correrás cada vez que llore, temblarás de pensar que le pueda pasar algo, matarás por una sonrisa suya. Habrá días en que lo amarás a morir, otras veces que querrás tirarlo por el balcón y otros días en que lo amarás y te superará a partes iguales. Otras veces te pasará todo esto, pero en la misma hora. La montaña rusa, una nadería comparada con tu estado de ánimo.
Nadie dijo que fuera a ser fácil (Aunque sí dijeron que iba a ser toda una aventura).
A mí hay una cosa que me sigue sorprendiendo, y es la mayor lección que me han dado mis hijas. Porque, no os equivoquéis, nosotros educamos a los niños, pero los que nos dan lecciones son ellos. Y es el amor incondicional de un niño pequeño a su madre.
Cuando son bebés los niños tardan en saber diferenciar entre su ser y tu ser. Para él los dos sois uno, sin un límite definido. Tu pareja te quiere, pero no de ese modo. Tu bebé depende de tu persona y te quiere A TI, porque para él eres lo máximo. Habrá otros, pero nadie que lo tranquilice con el sonido de su corazón como tú. Ser el refugio de alguien es lo más alucinante que te ha pasado y que te pasará en la vida. Y no nos damos cuenta.
Al crecer los niños se despegan y van creando su propia personalidad. Aún así, tu hijo te va a querer seas como seas. Mis hijas me quieren, gorda, delgada, alta, baja, de buen humor, de mal humor. Me quieren a mí. Porque soy su madre. Y les importa un pito que haya gente a quien nosotras mismas consideremos mejores. Para mis hijas no hay absolutamente nadie mejor madre que yo en el mundo. Lo que tiene mérito porque soy una madre bastante desastrosa.
Los hijos nos enseñan lo que es querer. Lo que es amar sin límite, sin esperar nada a cambio. A tus hijos los quieres los días buenos, los malos y los regulares. Hasta cuando estás enfadada. Y esto amigos, es algo que hemos aprendido de ellos.