La historia del Ratoncito Pérez
Cuenta la historia que hace muchos siglos las madres ofrecían a los ratones los dientes de leche de sus hijos para buscar que los campos fueran fértiles y los niños crecieran sanos. Esta tradición muchos años más tarde será reformulada y llegará hasta nuestros días en la forma del Ratón Pérez, un ratoncito que recoge los dientes de leche de los niños y se los cambia por una moneda.
¿Cuándo nace la leyenda de Pérez?
¡Pues es una historia muy real! ¡Real, en el sentido más monárquico de la palabra! La reina María Cristina le pidió al jesuita Padre Coloma que escribiera un cuento para su hijo, el Rey Alfonso XIII al que se le había caído un diente cuando tenía 8 años. Y eso hizo.
El cuento contaba la historia del Rey Buby (que era como llamaban en la intimidad al rey) que viajaba de la mano del Ratón Pérez para conocer como vivían sus pequeños súbditos, algunos de ellos muy pobres.
Lo bonito del cuento es que fijó la tradición de cambiar los dientes de leche de los niños por monedas, simulando que el diente “se compra”. Ahora me temo que los niños no sólo reciben monedas sino otras muchas cosas… algunas excesivas para mi gusto, ¡pero ésta es sólo mi opinión!
El Ratón Pérez en Madrid
Si no vivís en Madrid en uno de vuestros viajes no perdáis la ocasión de visitar la Casa Museo del Ratón Pérez. Y si vivís en la capital, ¡no tenéis excusa! Es un plan estupendo para un fin de semana.
El Ratón, en el cuento del Padre Coloma, vivía en una caja de galletas en la Confitería Prast , situada en la calle Arenal número 8, muy cerquita de la Puerta del Sol. En el lugar donde estaba situado ahora mismo hay una placa conmemorativa colocada por el Ayuntamiento de la Capital y también podéis encontrar ahí mismo la Casa Museo del Ratón Pérez.
Es un museo chiquitito pero con bastante encanto y se ve rápido. Podéis visitarlo con los niños. Abre todos los días, incluidos sábados, domingos y festivos. Tenéis bastante información en su página web y también cuentan con un blog.
La visita dura unos 35 minutos así que ¡no tenéis excusa!